martes, 4 de septiembre de 2007

ACTUALIZACIÓN DE LA WEB GENERACIÓN DE LA AMISTAD SAHARAUI. A vosotros, los poetas. La "casa" saharaui. ¿La nada?


Os informamos de la actualización de la página web de la Generación de la Amistad Saharaui, donde podréis ver los últimos relatos subidos a nuestro blog, información sobre la participación de Ebnu en el II Festival Frigiliana Tres Culturas y, como en nuestra jaima de la poesía saharaui cabemos todos, las tres primeras colaboraciones que hemos recibido. Nuestro agradecimiento a Mariola del Pozo, Fernando Pinto Cebrián y Mario Navarro por su contribución a que nuestra jaima común siga creciendo.


A vosotros, los poetas

Rompieron los fusiles
para agarrar el verbo
certero como un puño

La voz sonó serena, en esa coordinada planetaria
para quebrar el eco de otras voces
que sembraban de silencio las razones

El día que el canto y el poema
retorne a la luz que acunan sus palabras,
regarán de risa y llanto las esquinas
de ciudades que esperan tras un muro

Caminarán entre mantos de estrellas
mientras la noche cae de sus turbantes

Y en medio de ese mar
ganado a fuerza de pasos incansables
le dirán adiós a los ausentes
los dejarán marchar en paz
junto a las caracolas dormidas bajo el agua

Pero no se irán del todo
porque en las gargantas vibrantes de los poetas saharauis
se amarraran fuerte, y para siempre,
la historia viva de gritos y miradas

Y seguirán rompiendo los fusiles
para agarrar el verbo
certero
como un puño.

Mariola del Pozo, cuentacuentos


La “casa” saharaui

El Sáhara Occidental, la "casa de los "saharahuis" fue ocupada por la fuerza por su vecino del Norte trasformándose para el ocupante, por la lógica de los hechos, en un “avispero” bélico y político.

Connivencias interesadas de éste con algunos vecinos próximos y otros más apartados, y la falta de exacto conocimiento de la situación por parte de algunos observadores, han estado y aún están frenando los intentos de recuperación por sus legítimos dueños.

Sin embargo su lucha sigue adelante con una tenacidad ejemplar, tanto por los que fueron expulsados de su “casa”, como por aquellos que ahora viven la diáspora.

Y es que ninguno puede borrar de su alma como era, como estaba amueblada con sus tradiciones, su cultura y la historia de sus antepasados. Así, la nostalgia de su Sahara (desierto), estén donde estén, siempre les acompaña junto al enorme deseo de regresar.

Un desierto, aquel de Sáhara, de horizonte infinitos y reverberantes, de pequeños mares e islas de dunas fruto de espejismos, de omnipresentes arenas bajo mil formas en movimiento imperceptible y de rocas, piedras…, calcinadas en extensiones sin medida, de montañas heridas, llenas de cicatrices, dominadas por la arena que las supera y cubre, de tierras saladas.

Un desierto de cegadora luminosidad aún en los contados días de nubes, de colores llenos de viveza: blancos radiantes, amarillos, rosáceos, sienas, marrones de gran violencia, verdes brillantes en los pastos tras las lluvias, pajizos ambarinos tras el rápido estiaje.

Un desierto de olores y sabores acres de punzante sensación y tenaz persistencia; un desierto de “wads” (rios) y de lagos de súbita muerte tras las contadas borrascas, de vientos constantes, abrasadores, violentos en las cegadoras tormentas de arena, de calor asfixiante, de sequedad, de fríos nocturnos, de silencios totales cuando la naturaleza calla.

Un desierto de vida animal y vegetal en oculta, continua y experimentada lucha por la supervivencia, de hombres resistentes, duros y curtidos, serios y joviales, orgullosos y humildes, jefes de si mismos y respetuosos de su estructura social, acogedores y esquivos, raudos en ideas y aparentemente lentos en explicaciones, amantes de la conversación y de los silencios…

Un desierto con “jaimas” y casas sin ostentación externa, de nómadas y estables en aprendizaje…

Un desierto con un paisaje nada simple, como se cree, de un mundo, el “sahara”, que, a pesar de la creciente modernidad ajena que trata de invadirlo, defendiéndose por sí mismo, sigue guardando celosamente vivo el secreto de su cautivadora atracción.

Un desierto que sigue esperando el regreso de aquellos que más le aman: los saharauis.

Fernando Pinto Cebrián, escritor.


¿LA NADA?

La nada era un concepto mío. Cuando se aprende a amar el desierto no se cree en “La nada”. Siempre hay un algo a lo que asirse.

Llegué al Sahara cuando tenía cuatro años. Pocos niños de mi edad, había para jugar, por lo que mis amigos desde la mas tierna infancia fueron los saharauis.

Relacionarme íntimamente con ellos, con su cultura, con su idiosincrasia, con su nobleza y sentido de la honradez me hizo a la postre mejor persona.

El respeto a los mayores, que desde nuestra propia cultura se nos inculcaba, en los saharauis era estricto. La devoción por los niños era siempre contemplada como prioritaria… ¡Cuánto aprendí de ellos!

Por razones de edad sólo me relacionaba con niños saharauis, con lo que su lengua fue la mía, sus ojos eran los míos y sus limitaciones sociales… también, eran mías.

Compartí escuela, juegos, campamentos y estudios superiores. Siempre crecimos los mismos unos al lado de los otros. Sus madres me aceptaban con agrado (no en vano me conocían desde muy temprano)…no concebía una vida sin ellos.

Cuando llegaba el verano, la mayoría de los niños “europeos” se iban de “colonial”.

Los niños sSaharauis…al desierto; ¿dónde iba yo? pues al desierto. Por aquel entonces las vacaciones de verano, se iniciaban a finales de mayo, hasta finales de septiembre, prácticamente, eran cuatro meses de veraneo. En Auserd…en Tichla

Visitando Layuad… La Güera… Birnsaran…no concebía otra vida.

Aprendí desde niño a respetar el silencio de mis semejantes, el momento de sus oraciones…las tertulias nocturnas con luz de vela…el té… el que la madre de cualquiera de ellos te arropara, aún sabiendo que era cachorro de otra camada.

El amanecer, el desayuno, el tener que ir a buscar el ganado, la comida común, ver la hierba en el desierto, es de los espectáculos más bonitos del mundo…el enorme tamaño, que tiene el Sol, en esas latitudes. Cuando se ha vivido en el desierto tu alma se queda para siempre en él.

Aprendí a beber agua de lluvia, directamente de la tierra, aún conservo su sabor.

Comí lo que en apariencia no existe. Escarbando en las dunas, hay un tubérculo, de color granate, que se llama “terzuc”; amé, amo y seguiré amando a esa mi gente hasta que la suerte de Mulana decida.

Pero todo lo que comienza acaba y dio comienzo para mi vida un final eterno.

Nos fuimos con el sentimiento de haber podido hacer mejor las cosas. Particularmente tenía el sentimiento de vergüenza, cuando algún día, esos mis amigos del alma, me mantuvieran la mirada, con respecto a mi país…

Y perdí amigos en combates y conservo amigos supervivientes de la guerra y cada año hemos descubierto un paraíso para reunirnos, y recordar aquella infancia

Noadihbou, Mauritania.

Bajan por los pasillos en territorio liberado y allí se producen nuestros abrazos.

En el año 1974 fuimos a un campamento a la Esperanza en Tenerife. El que a la postre fue ministro de cultura del Frente Polisario, era jefe de campamento, Tami.

Dio la orden a la llegada al campamento, de que los Saharauis de El Aaiun se pusieran a un lado, y los Saharauis de Villa en el otro. Los europeos de Villa en un lado, y los europeos de El Aaiun en otro…

Me situé en el único lugar que podía estar: Con los saharauis de Villa. Tami fue hacia mí, pegó su cara a la mía y me dijo… ¿qué voy a hacer contigo?, pero no me quitó del lugar en el que me había situado…yo no concebía otra vida y ellos me consideraban parte de la suya, como así ha sido, hasta el día de hoy.

Y así entraremos juntos en la tierra que nos vio crecer.

Mario Navarro

Fuentes:
*POEMARIO POR UN SAHARA LIBRE
*Generación de la Amistad Saharaui (web)

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