Poemario por un Sáhara Libre. 29 de abril de 2008
'La Gaceta de Canarias'
Lunes 28 de abril
APUNTES DESDE VARIAS ORILLAS
Siempre el Sáhara
FEDERICO ECHANOVE
El Consejo de Seguridad de la ONU acordará, con toda probabilidad, en estos días una nueva prórroga de la MINURSO, la misión que mantiene en el Sáhara Occidental desde 1991 y que fue creada en un principio para vigilar el alto el fuego entre Marruecos y el Frente Polisario, y para organizar el referéndum de autodeterminación -de ahí la 'R' de sus siglas- que las resoluciones del organismo internacional prescriben para la población de aquel territorio desde los años sesenta y que el Reino Vecino ha obstaculizado sistemáticamente.
Y es que frente a las reivindicaciones soberanistas de todo signo que, desde que se inició la Transición, han proliferado en distintas latitudes de España -y que, curiosa y sospechosamente, alguien parece querer revivir últimamente en Canarias-, conviene recordar que, le guste o no a Marruecos o a los autoproclamados representantes de otros pueblos del mundo y del Estado español, en el caso del pueblo saharaui el reconocimiento de dicho derecho no precisa ser reivindicado, ya que forma parte de manera explícita del acervo de la ONU y de la comunidad internacional, y prueba de ello es el destacamento de 'cascos azules' que, aunque ya bastante exiguo y mermado por las distintas prórrogas, se envió allí para propiciar su ejercicio.
El propio Hassan II tuvo que reconocer, antes del alto el fuego, ante la Unión Africana dicho derecho en más de una ocasión, aunque posteriormente abandonara esta organización que agrupa a todos los estados del continente vecino en protesta por la admisión en dicho organismo de la República Saharaui que el Frente Polisario se vio forzado a proclamar cuando España abandonó su suelo, ante el vacío jurídico creado. Y es que fue precisamente para aplicar las resoluciones de la ONU y facilitar el ejercicio de dicho derecho en un referendum que incluyese la opción de la independencia para lo que marchó allí la ONU en los años 90 y se firmó con Marruecos un Plan de Paz que luego se ha negado a cumplir.
Y lo cierto es que ningún Estado del mundo ha reconocido hasta ahora nunca formalmente la soberanía de Marruecos ni sobre la totalidad del territorio ni sobre la parte que controla. Incluso la administración legal por Marruecos de esta última es algo que también está en cuestión por la ONU -aunque le sea reconocida 'de facto'- pues no dispone del estatuto formal de Potencia Administradora. Y es que para ello debiera haberse producido un traspaso formal ante la ONU de las obligaciones que éste acarrea -y que hubiese sido reconocido por la comunidad internacional- y no la chapuza de unos 'Acuerdos Tripartitos' de los que tampoco está de más recordar que su tercer signatario -Mauritania- cedió su parte del pastel a la República Saharaui cuatro años después.
Claro que a Marruecos no sólo no le ha importado nunca no disponer de ese estatuto formal, sino que jamás ha tenido ningún interés en asumirlo, y he ahí una de las claves del proceso: para que la comunidad internacional mirase para otro lado ante la política de hechos consumados que ha venido practicando desde 1975 en contra de las resoluciones de la ONU, al 'Majzen' le ha sido mucho más rentable mantener el limbo jurídico y la confusión que sobre el asunto de la administración generaron los Acuerdos Tripartitos. Y es que aunque dicho estatuto -que no posee- otorgaría cierta legalidad a su presencia allí, su adquisición formal le hubiese obligado a admitir, de 'motu propio', explícitamente, y ante su propia población, que ocupa una colonia de manera ilegítima y que se debe proceder a descolonizarla del mismo modo que estaba previsto que lo hiciera España. Y es que aunque -si los saharauis así lo decidiesen en un referendum que incluyese la opción de la independencia- podría de este modo terminar por adquirir la soberanía del territorio de manera legítima, en realidad Marruecos nunca ha estado por respetar la legalidad internacional sino por seguir tratando de hacer valer otra ley, la del más fuerte. Y si, tras el alto el fuego acordado con Hassan II, se ocupó de retrasar el referendum -que previamente había aceptado- mediante toda clase de engaños, con Mohammed VI lo que se propuso desde el primer momento fue, simple y llanamente, torcer la mano de la ONU de manera que otorgue legitimidad a su invasión.
En fin, si la ONU fuera una organización seria y coherente, tendría que haber adoptado desde 2002 algún tipo de medidas tras el concluyente informe que, sobre el limbo jurídico de la administración, emitió entonces su responsable de Asuntos Jurídicos, el sueco Hans Corell. Pero, en fin, la ONU no es un ente abstracto y no tiene más capacidad de decisión que la que le otorgan algunos Estados. Y hemos llegado al punto en el que el enviado personal del secretario general, el holandés Peter Van Walsum, ha venido a recomendar a los saharauis que no sigan pensando en que se puede respetar el derecho internacional, porque aunque tengan la razón de su parte, eso "no es realista". Y lo penoso es que -como se desprendió esta semana de unas declaraciones de nuestro embajador Juan Antonio Yáñez-, parece que la maniobra para la vulneración de la legalidad otorgando a Marruecos la soberanía sobre un territorio que, según el Tribunal Internacional de La Haya, no está acreditado que fuese en el pasado suyo, cuenta con la complicidad activa de España.
Aunque las buenas relaciones entre España y Marruecos sean más que convenientes por muchos y variados motivos -y el más importante sea la colaboración frente al terrorismo internacional-, no pueden estar sometidas a la sumisión al Majzen ni al chantaje permanente. Los canarios deberíamos ser los primeros en tenerlo en cuenta, pues con ello el Estado de que formamos parte no sólo está traicionando una vez más a quienes abandonamos sino que puede estar hipotecando nuestro futuro a medio plazo, al sentar peligrosos precedentes. La solución pasa por hacer compatible la defensa firme y sin ambigüedades de los derechos de los saharauis con el respaldo que se puede otorgar a Marruecos en otros muchos campos en que puede existir una sana y fructífera colaboración, además de por recuperar una política de alianzas internacionales que quedó bastante maltrecha con la llegada al poder de Zapatero.
Fuente: POEMARIO POR UN SAHARA LIBRE
'La Gaceta de Canarias'
Lunes 28 de abril
APUNTES DESDE VARIAS ORILLAS
Siempre el Sáhara
FEDERICO ECHANOVE
El Consejo de Seguridad de la ONU acordará, con toda probabilidad, en estos días una nueva prórroga de la MINURSO, la misión que mantiene en el Sáhara Occidental desde 1991 y que fue creada en un principio para vigilar el alto el fuego entre Marruecos y el Frente Polisario, y para organizar el referéndum de autodeterminación -de ahí la 'R' de sus siglas- que las resoluciones del organismo internacional prescriben para la población de aquel territorio desde los años sesenta y que el Reino Vecino ha obstaculizado sistemáticamente.
Y es que frente a las reivindicaciones soberanistas de todo signo que, desde que se inició la Transición, han proliferado en distintas latitudes de España -y que, curiosa y sospechosamente, alguien parece querer revivir últimamente en Canarias-, conviene recordar que, le guste o no a Marruecos o a los autoproclamados representantes de otros pueblos del mundo y del Estado español, en el caso del pueblo saharaui el reconocimiento de dicho derecho no precisa ser reivindicado, ya que forma parte de manera explícita del acervo de la ONU y de la comunidad internacional, y prueba de ello es el destacamento de 'cascos azules' que, aunque ya bastante exiguo y mermado por las distintas prórrogas, se envió allí para propiciar su ejercicio.
El propio Hassan II tuvo que reconocer, antes del alto el fuego, ante la Unión Africana dicho derecho en más de una ocasión, aunque posteriormente abandonara esta organización que agrupa a todos los estados del continente vecino en protesta por la admisión en dicho organismo de la República Saharaui que el Frente Polisario se vio forzado a proclamar cuando España abandonó su suelo, ante el vacío jurídico creado. Y es que fue precisamente para aplicar las resoluciones de la ONU y facilitar el ejercicio de dicho derecho en un referendum que incluyese la opción de la independencia para lo que marchó allí la ONU en los años 90 y se firmó con Marruecos un Plan de Paz que luego se ha negado a cumplir.
Y lo cierto es que ningún Estado del mundo ha reconocido hasta ahora nunca formalmente la soberanía de Marruecos ni sobre la totalidad del territorio ni sobre la parte que controla. Incluso la administración legal por Marruecos de esta última es algo que también está en cuestión por la ONU -aunque le sea reconocida 'de facto'- pues no dispone del estatuto formal de Potencia Administradora. Y es que para ello debiera haberse producido un traspaso formal ante la ONU de las obligaciones que éste acarrea -y que hubiese sido reconocido por la comunidad internacional- y no la chapuza de unos 'Acuerdos Tripartitos' de los que tampoco está de más recordar que su tercer signatario -Mauritania- cedió su parte del pastel a la República Saharaui cuatro años después.
Claro que a Marruecos no sólo no le ha importado nunca no disponer de ese estatuto formal, sino que jamás ha tenido ningún interés en asumirlo, y he ahí una de las claves del proceso: para que la comunidad internacional mirase para otro lado ante la política de hechos consumados que ha venido practicando desde 1975 en contra de las resoluciones de la ONU, al 'Majzen' le ha sido mucho más rentable mantener el limbo jurídico y la confusión que sobre el asunto de la administración generaron los Acuerdos Tripartitos. Y es que aunque dicho estatuto -que no posee- otorgaría cierta legalidad a su presencia allí, su adquisición formal le hubiese obligado a admitir, de 'motu propio', explícitamente, y ante su propia población, que ocupa una colonia de manera ilegítima y que se debe proceder a descolonizarla del mismo modo que estaba previsto que lo hiciera España. Y es que aunque -si los saharauis así lo decidiesen en un referendum que incluyese la opción de la independencia- podría de este modo terminar por adquirir la soberanía del territorio de manera legítima, en realidad Marruecos nunca ha estado por respetar la legalidad internacional sino por seguir tratando de hacer valer otra ley, la del más fuerte. Y si, tras el alto el fuego acordado con Hassan II, se ocupó de retrasar el referendum -que previamente había aceptado- mediante toda clase de engaños, con Mohammed VI lo que se propuso desde el primer momento fue, simple y llanamente, torcer la mano de la ONU de manera que otorgue legitimidad a su invasión.
En fin, si la ONU fuera una organización seria y coherente, tendría que haber adoptado desde 2002 algún tipo de medidas tras el concluyente informe que, sobre el limbo jurídico de la administración, emitió entonces su responsable de Asuntos Jurídicos, el sueco Hans Corell. Pero, en fin, la ONU no es un ente abstracto y no tiene más capacidad de decisión que la que le otorgan algunos Estados. Y hemos llegado al punto en el que el enviado personal del secretario general, el holandés Peter Van Walsum, ha venido a recomendar a los saharauis que no sigan pensando en que se puede respetar el derecho internacional, porque aunque tengan la razón de su parte, eso "no es realista". Y lo penoso es que -como se desprendió esta semana de unas declaraciones de nuestro embajador Juan Antonio Yáñez-, parece que la maniobra para la vulneración de la legalidad otorgando a Marruecos la soberanía sobre un territorio que, según el Tribunal Internacional de La Haya, no está acreditado que fuese en el pasado suyo, cuenta con la complicidad activa de España.
Aunque las buenas relaciones entre España y Marruecos sean más que convenientes por muchos y variados motivos -y el más importante sea la colaboración frente al terrorismo internacional-, no pueden estar sometidas a la sumisión al Majzen ni al chantaje permanente. Los canarios deberíamos ser los primeros en tenerlo en cuenta, pues con ello el Estado de que formamos parte no sólo está traicionando una vez más a quienes abandonamos sino que puede estar hipotecando nuestro futuro a medio plazo, al sentar peligrosos precedentes. La solución pasa por hacer compatible la defensa firme y sin ambigüedades de los derechos de los saharauis con el respaldo que se puede otorgar a Marruecos en otros muchos campos en que puede existir una sana y fructífera colaboración, además de por recuperar una política de alianzas internacionales que quedó bastante maltrecha con la llegada al poder de Zapatero.
Fuente: POEMARIO POR UN SAHARA LIBRE
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