miércoles, 9 de abril de 2008

Palabras que flotan en un mar de silencios


Las palabras del señor Montilla, Presidente de la Generalitat de Catalunya, se mantienen a flote con relativa impunidad porque navegan en un mar de silencios políticos. Al fin y al cabo, no son más graves que las que otros callan. Y si no, ¿cuántos partidos catalanes, entre los que consiguieron representación parlamentaria en las pasadas Elecciones Generales, incorporaban en su programa electoral la petición de que el Estado español reconozca oficialmente a la RASD, como ya lo hicieron más de 80 países de todo el mundo? Que sepamos, ninguno.

Reconocer a la RASD, o mejor dicho, no reconocer a la RASD, es como situar en un 'plano de igualdad' y de legitimidad moral idéntica al torturador y al torturado, al maltratador y a la mujer maltratada, al fascista y al demócrata, al ocupante y al ocupado, para, acto seguido, decirles: 'deben ustedes negociar y llegar a un acuerdo'. Naturalmente, nuestra formulación es errónea, porqué si bien es cierto que en el ejemplo se pretende igualar la 'legitimidad moral' de agresores y agredidos (aunque pretenderlo es distinto de conseguirlo, y más aún de aceptarlo en dichos casos), el agresor, en tanto que no se le neutralizan previamente sus supuestos 'atributos' ni sus privilegios injusta e ilegítimamente adquiridos, parte de una situación de clara superioridad, sustentada en la barbarie.

Hay negociaciones imposibles. Y, en realidad, esta es una de ellas. Todo lo que no suponga desarmar (en todos los sentidos) a Marruecos y rearmar políticamente a los saharauis, de poco va a servir para acabar con la masacre actual en los Territorios Ocupados ni evitar una guerra defensiva. Las negociaciones entre Marruecos y la RASD son una relación desigual por culpa de los marroquíes (que violan por activa y por pasiva la legalidad internacional) y de la comunidad internacional (que no mueve un dedo para impedirlo), comenzando por el Estado español, quien tiene en este asunto una responsabilidad y una deuda histórica. Ante ello, no es mucho lo que los saharauis pueden trabajar más allá de ofrecer al mundo su paciencia ejemplar y su sed de paz, libertad y justicia, tenazmente demostrada a lo largo de tres décadas.

Marruecos y la RASD nada tienen que negociar con relación al futuro de los saharauis, algo que les corresponde decidir sólo a ellos y que debería garantizarse de una vez por todas mediante un referéndum libre e impuesto por la ONU, vista la falta de voluntad del reino alauita. En todo caso, lo que debería ser susceptible de negociación entre las partes son las garantías post-referéndum, garantías para todos los saharauis en caso de que ganase la autonomía (misión imposible, pero otorguémosle el beneficio democrático de la duda...), garantías para los marroquíes que quieran continuar viviendo en el Sáhara Occidental cuando este sea independiente, y garantías de estabilidad y cooperación en la región, entre Marruecos y el nuevo estado. Todo lo demás son monsergas.

Si no rearmamos a los saharauis políticamente, y el reconocimiento de la RASD es un arma política de primer orden, obligaremos a los saharauis a tomar otro camino, cada vez más cercano, cada vez más inevitable. Bajo nuestra responsabilidad, bajo la responsabilidad de todos.

Sahara Resiste

BARCELONA, 15 D'ABRIL A LES 7 DE LA TARDA, CONCENTRACIÓ DAVANT EL PALAU DE LA GENERALITAT, PEL DRET A L'AUTODETERMINACIÓ DEL POBLE SAHRAUÍ, CONTRA LA PROPOSTA D'AUTONOMIA I CONTRA ELS QUE LA RECOLZEN

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