Este escrito que hoy hacemos público fue redactado días antes de conocerse la noticia de la destitución de Peter Van Walsum. En su última declaración, el ex enviado personal del Secretario General de la ONU para el Sáhara Occidental protagonizó otro triste episodio: en la hora de la derrota, optó por retirarse practicando la vieja táctica de 'tierra quemada'. Van Walsum escogió ‘morir matando’ al más débil para poner fin a su inmoral trayectoria, agrandando, sin quererlo, esta nueva victoria de toda la Resistencia Saharaui.
En la misma línea, el lunes 1 de septiembre un editorial de EL PAÍS acabó reconociendo, por fin, la existencia de ‘los juicios arbitrarios y la tortura que las fuerzas de seguridad marroquíes practican a diario en el Sáhara’. EL PAÍS, al unísono que pedía más implicación de España, Francia y la MINURSO para poner freno a ‘esas sistemáticas violaciones de los derechos humanos’, persistía en su intento de descalificar la causa saharaui, insistiendo en la idea de que ‘el conflicto no tiene solución. A menos que el movimiento saharaui se avenga a discutir de una fórmula que no sea la total independencia’. Aunque ambos argumentos resultan entre si contradictorios porque los propósitos que encierran constituyen un todo incoherente, no dejaría de sorprendernos la ‘admirable sabiduría’ de EL PAÍS -capaz de discernir con tan rotunda clarividencia en qué cuestiones puede y debe respetar la ley Marruecos y en cuales no- si no fuera porque nos tememos el siguiente capítulo. Ahora que la Resistencia Saharaui está consiguiendo sacar a la luz el terror cotidiano que gobierna en las zonas ocupadas, aun nos queda por ver y oír como también se nos culpabilizará de la represión, aludiendo a nuestra supuesta ‘intransigencia’ política. Tiempo al tiempo... EL PAÍS, igual que Van Walsum, Marruecos y sus amigos, sólo admiten una salida al conflicto: un ‘pacto’ bajo la premisa de la rendición unilateral del movimiento saharaui.
Pero si ‘no hay salida’ para la libertad, la justicia, la democracia, si no se respeta la legalidad internacional, si no podemos proteger con eficacia –no con hipócritas afirmaciones- la vida de los pueblos ni la integridad de las personas, si no queda ningún resquicio políticamente practicable para que florezca la DIGNIDAD HUMANA, ¿en qué mierda de mundo vivimos?
UN MUNDO SIN ÉTICA
No albergamos falsas esperanzas, sino una certera convicción en la victoria
El pasado 8 de agosto, el diario EL PAÍS destinó sus páginas 2 y 3 al Sáhara Occidental. En dicho reportaje se recogían unas declaraciones del señor Van Walsum que iban encabezadas por los siguientes titulares: "Un Sáhara independiente es inalcanzable" y La sociedad española da "falsas esperanzas".
El contenido de esta publicación fue posteriormente replicado por diversos compañeros y compañeras del movimiento saharaui (Poemario por un Sahara Libre, CEAS-Sáhara, Sàharaponent, SaharaLibre.es, ACAPS Wilaya Alt Penedès, TRAB EL BIDAN...). Una respuesta rápida repleta de argumentos impecables; una vez más y por enésima ocasión. En este sentido, poco tenemos que añadir que no se dijera ya en su momento.
No obstante, si creemos conveniente hacer énfasis en un aspecto muy particular, pues las palabras de Peter Van Walsum, y el indudable trato preferencial que se le dedicó a la noticia, no tienen nada de casual, ni tampoco responden a ningún esfuerzo por mantener la ‘independencia’ informativa de que tanto presume EL PAÍS. Más bien al contrario, el referido ‘publi-reportaje’ se suma a una estrategia encaminada a legitimar las fuerzas de ocupación marroquíes mientras se arremete sin escrúpulos contra los saharauis, que son quienes tienen la Razón y la Ley de su lado, pero que paradójicamente y a pesar de ello, sufren en sus carnes la negación del derecho a existir como pueblo y, además, ahora se pretende responsabilizarlos de esta situación... ¡en nombre de la ‘objetividad’ y del ‘realismo’ político!
El aspecto al que nos queremos referir es, pues, la constatación, y sus consecuencias, del temor a perder la partida por parte del reino alauita y sus amigos, incluyendo entre los mismos a Van Walsum y a EL PAÍS. El titular de EL PAÍS habla de nuestras ‘falsas esperanzas’, pero en realidad se están evidenciando los justificados miedos de marroquíes y promarroquíes, sus tambaleantes ilusiones de conseguir un triunfo inalcanzable, basado en el terror, la sinrazón y la vulneración de la legalidad internacional. Del conjunto del reportaje se desprende que tienen bien asumido el hecho de que los saharauis no van a rendirse nunca, visto por todo lo que han pasado y habiendo comprobado que, aun y después de casi 33 años de ocupación y de exilio, su unidad y sus convicciones se fortalecen con el transcurso del tiempo. Por eso, a los ocupantes marroquíes y a sus amigos sólo les queda la ‘esperanza’ de que el movimiento solidario no se comporte con la misma entereza y determinación. Esa es su única posibilidad de éxito y por tal motivo intentan explorar este nuevo flanco. Ya lo advertimos no hace mucho en Sahara Resiste (Próximo objetivo: dividir al movimiento solidario).
Sin embargo, las organizaciones solidarias que desde su origen prestaron apoyo a los saharauis lo seguirán haciendo hasta la victoria final, mediante un proceso de crecimiento social que un día hará inviable dar la espalda a sus justas y legales reivindicaciones. El Pueblo Saharaui trabaja por su independencia y, junto a él, también lo hace el movimiento solidario internacional, dentro y fuera del Estado español. No hay vuelta atrás. Somos una misma lucha. Para quienes navegamos contra viento y marea hacia un horizonte de aguas liberadas, nunca la resistencia de unos compañeros será la causante de engendrar ‘falsas esperanzas’ entre el resto de la tripulación. Al revés, es la voluntad de cada saharaui, de cada solidario, de cada activista, de cada colectivo, entrelazándose en una lucha construida por todos, lo que mantiene en pie todas las velas y alimenta nuestra convicción en la victoria.
Los enemigos de un Sáhara Libre saben que el movimiento solidario –comprometido como está con la independencia del Sáhara Occidental, trabajando codo con codo con los y las saharauis, que son quienes siempre decidieron el camino a seguir- será su perdición. Son sus falsas y genocidas esperanzas las que pronto se resquebrajarán a pasos agigantados.
Hace años, el movimiento solidario sí que albergó nobles esperanzas cargadas de paciencia. Pero en el presente, éstas ya no son la fuente de energía que nos impulsó durante décadas. Los solidarios hemos aprendido de los saharauis que las esperanzas, si andan desnudas, acaban por disfrazarse con los embaucadores trajes que les proporcionan aquellos que son enemigos de la verdad.
Nosotras y nosotros, toda la Resistencia Saharaui, en este momento decisivo de la Historia, ya poseemos mucho más que eso. No queremos esperanzas vulnerables porque nos arropa una poderosa convicción: tenemos la certeza de que venceremos.
Todo movimiento solidario e internacionalista se fundamenta en una confluencia de compromisos individuales libremente adquiridos, y es a partir de aquí que su deber consiste no tan sólo en defender la lucha de liberación del pueblo al que apoya, sino también en asumir el convencimiento de que dicha causa saldrá victoriosa. Hacer y pensar lo contrario sería una inmensa inmoralidad. A nivel personal, o incluso a nivel colectivo, en ciertas coyunturas, puede pesar el desánimo, como igualmente resultan disculpables los sentimientos de escepticismo –por desconocimiento o por falta de conciencia política- entre aquellas personas que se ciñen al campo de la ayuda humanitaria, tan necesaria para mantener la resistencia. Pero a nivel general, considerando la globalidad de todo un movimiento, entre la militancia más activa y entre los responsables de sus órganos de dirección, en este plano que es eminentemente político, no creer en la victoria significaría una falta de ética espantosa, un fraude a lo que representa el valor de la solidaridad.
Para un pueblo en lucha contra la opresión, la circunstancia de que su movimiento de solidaridad internacional –el cordón umbilical que le une con el planeta- piense y se comporte de una forma contraria a sus intereses, supondría mucho más que falsear esperanzas. Sería equivalente a introducir el enemigo dentro de casa. Concebir la solidaridad, cuando ésta se refiere a un conflicto con una neta raíz política, como si fuera un mero entretenimiento de occidentales que no se juegan nada, ni su vida ni su futuro, de ciudadanos entretenidos en una perversa diversión tan frívola e irresponsable que en su deriva llegue a ser capaz de transmitir a la sociedad –por acción u omisión- un paisaje de derrota, desear esto sería algo sencillamente monstruoso, un atentado contra la dignidad humana.
Pretender que nuestro movimiento solidario se hunda en ese abismo, propio de quintacolumnistas, para provocar la rendición de un pueblo oprimido, es de una gravedad extrema porque conlleva apostar por un mundo sin ética, un mundo sometido a la ley de la selva en donde primen el engaño y la búsqueda egoísta del beneficio individual por encima de la promoción del bien común. Un mundo éste en el que la solidaridad terminaría por transformarse en una mercancía al servicio exclusivo de intereses personales desquiciados: una solidaridad que ahora se compra, ahora se vende o ahora nos desprendemos de ella si ya no nos es útil, no nos procura proyección social o simplemente nos molesta.
Por fortuna, el movimiento solidario con el Pueblo Saharaui nunca cayó, ni caerá, en semejante estado de corrupción moral propuesto, o expuesto, por el ‘mensajero’ Van Walsum, alguien que si tuviera un mínimo atisbo de decencia debería haber dimitido hace meses del cargo de mediador que ostenta. Así que tomen buena nota de ello.
A continuación, comiencen a contarnos.
Sahara Resiste
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1 comentario:
Algo que tiene que ser dicho, y en voz alta. Que la solidaridad no se aliene y pierda su mas profundo significado. El articulo es largo pero no sobra nada.
Saludos saharauis. Venceremos.
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